Significado de Fascismo
Hablar de fascismo en los tiempos que corren es traer viejos fantasmas que nadie quiere recordar. El horror provocado por el fascismo, el nazismo e incluso el stalinismo en la primera mitad del siglo XX todavía se encuentran presente en la memoria colectiva de las personas. Lamentablemente en los últimos tiempos se han presenciado actos esporádicos en distintas partes del mundo, principalmente en Europa, donde se han reivindicado ciertas ideas que caracterizaron al fascismo, e incluso los más extremistas han reivindicado el fascismo mismo. Por estos motivos, es necesario una definición precisa sobre qué fue el fascismo y sus variantes, cuáles fueron las consecuencias que acarreó, ya que es la base para no cometer nuevamente los mismos errores que en el pasado.
¿Qué es el fascismo?
Originariamente, el fascismo fue un proceso político e ideológico que aconteció en Italia, creado por el dictador Benito Mussolini. Sus orígenes se ubican en el período de entreguerras, es decir, del año 1919 a 1939. Este período fue particularmente intenso, principalmente por la crisis de distintas democracias de tinte liberal y el crecimiento exponencial de los nacionalismos. Desde la Revolución Bolchevique del año 17 en Rusia, al ascenso del partido nacional socialista liderado por Adolf Hitler, el fascismo se presenta en la misma linea que el nazismo, al punto de ser su principal aliado estratégico junto a Japón durante la Segunda Guerra Mundial.
El fascismo aparece así como una tercera vía, ya que no se encuentra alineada en la línea liberal-democrática de los Aliados Occidentales, pero tampoco en la línea socialista y comunista de la URSS. Con un fuerte tinte expansionista y militarista, no tardó en encontrar como principal aliado al régimen nazi, con el cual comparte muchas características.
Características del fascismo. Herramientas.
El fascismo se caracteriza por ser un sistema fuertemente autoritario, para ser más específico totalitario, donde todas las decisiones económicas y políticas se encuentran centradas en el «líder». Es importante la importancia de la palabra líder, ya que éste posee características muy distintas a los mandatarios actuales. La principal diferencia se encuentra en que el mandatario no obtiene su poder sobre la base de la decisión popular, sino que el poder es tomado por la fuerza.
El caso del fascismo italiano se caracteriza por una centralidad del estado como eje articulador de todo el aparato político-ideológico, mientras que en el nazismo, por ejemplo, se encuentra articulado bajo el concepto de raza. A su vez, el Estado se encontraba reducido a la figura del mandatario de una manera casi absoluta, al punto de que Mussolini se hacía llamar a sí mismo «Il duce» que significa «El general». Uno de los rasgos principales con el que debía contar este tipo de líderes era un carisma muy particular para tener bajo control a la masa, y a su vez mostrarse firme e inflexible.
Una de las principales herramientas con las que contó el fascismo al igual que otros regímenes de la misma índole, como el franquismo, por ejemplo, ha sido la propaganda oficial y los distintos grupos de coerción (militar o paramilitar) y espionaje. El control total sobre todos los medios de comunicación existentes en la época, la persecución a opositores, los castigos públicos a aquellas personas que se manifestaran en contra del régimen, la tortura y detención ilegítima de personas consideradas sospechosas, son tan sólo una parte de la larga lista de atrocidades cometidas por el fascismo. Esto tenía como fin la sumisión total de los individuos, ya sea mediante el uso de la fuerza como de la influencia ideológica constante y directa (un claro ejemplo de esto son los manuales escolares de los cuales estudiaban los niños en esta época).
Uno de los aspectos más llamativos del fascismo es su relación con la Iglesia Católica. El fascismo apeló a la fuerza de la Iglesia como institución encarga de fortalecer la noción de sociedad, de familia y de obligación hacia el Estado y otros individuos, eliminando por completo cualquier referencia a una posible lucha de clases y con sindicatos estrictamente ligados al Estado (y que en muchos casos funcionaban más bien como grupos para espiar a los propios obreros). El fascismo supo integrar la noción de deber y fe a su sistema ideológico. Lo mismo sucedió con una amplia y destacada generación de intelectuales, que sirvieron y se pronunciaron públicamente a favor de éste.
Al igual que el nazismo, pero en menor medida, podemos observar un importante componente racial, donde los judíos junto a gitanos e inmigrantes son considerados de antemano «ciudadanos indeseables» (si contaban con la suerte de ser considerados dentro del grupo de ciudadanos), lo mismo para otras minorías religiosas o étnicas, como pueden los homosexuales o inmigrantes en general.
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